Por Guillem Moreno
La multitud concentrada en la sevillana plaza de la Gavidia partió hacia el Guadalquivir sobre las siete y media de la tarde ondeando orgullosa las miles de banderas saharauis y desafiando los rigores del verano andaluz. Los asistentes reivindicaban la dignidad y el derecho a la independencia de un pueblo que resiste durante 35 años de ocupación ilegal. Así rezaba la pancarta situada a la cabeza. Detrás, las familias de acogida de los 2.300 niños que participan en el programa Vacaciones en paz, los niños, muchos saharauis en el exilio, ciudadanos solidarios, comprometidos con la causa, llegados de toda Andalucía y otros puntos de la península, para exigir a los estados implicados el respeto a la legalidad internacional y para mostrar su descontento con la situación actual. La marcha se demoró por las calles con sombra. Los manifestantes coreaban lemas como “Marruecos culpable, España responsable”, “Mohammed, capullo, el Sáhara no es tuyo”, “Polisario vencerá”, animados por el incansable megáfono de las Juventudes Saharauis. Las pancartas reclamaban libertad, expresaban resistencia, acusaban de genocidio a Marruecos y de complicidad a España. Un momento especialmente emocionante se vivió al paso de la comitiva por el pie de la catedral donde los mineros de Bolidén cumplían su decimoséptimo día en huelga de hambre, acampados en pequeñas tiendas. Salieron de sus iglús para mostrar su simpatía aplaudiendo a los manifestantes, que no tardaron en responder de la misma manera en un emotivo acto de apoyo mutuo.
El torrente humano llegó a las orillas del río sevillano donde se había preparado el escenario. En él se posó una de las pancartas más hermosas de la marcha. El lado derecho representaba la frontera oriental actual como una extensa alambrada que atravesaba el rostro dibujado de una saharaui triste. El otro lado mostraba los mensajes multilingües de ánimo de niños y adultos.
Tras los parlamentos de los representantes de la Federación Andaluza de Asociaciones Solidarias con el Sáhara (FANDAS), Moakara con Pililli Narbona al frente, abrieron la parte lúdica del acto. Desgranó su pop-rock aflamencado, dio rienda suelta a su alegre duende mágico desde Alcachofas a Los insectos pasando por Menea el bulerengue o Estoy mu harta. Pillili se revela en cada actuación como una artista apasionada que lo da todo en escena. Se encuentra muy a gusto en escena gracias a la calidad de los músicos que la acompañan entre los que destaca la guitarrista Mari Carmen Moreno. Al grito de “¡Viva el amor!”, lanzó varias copias de su primer álbum (no en balde sus discos se pueden descargar de manera gratuita en la web del grupo) Para rematar su actuación, invitó a Aziza Brahim para cantar un adelanto de su segundo disco, Saharaui libertario, momento que aprovechó una decena de chiquillas para subir a bailar al tablado.
El cambio de formación fue aprovechado por Pepe Narbona para deleitar al respetable con un par de sentidos cantes antiguos de Triana. La nota tradicional fue puesta a capella sin más acopañamiento que el silencio respetuoso de un público de todas las edades que ya empezaba a ser nocturno. Las estrellas habían comenzado a asomar y la Torre del Oro se vestía de focos y sombras para recibir de nuevo a Aziza, esta vez escoltada por su banda, Gulili Mankoo. Una representación en papel del muro de la vergüenza fue abolida por un pequeño grupo de niños saharauis. Cuando las vibraciones del tabal de Aziza Brahim y el djembé de Badra Abdallahe se dejaron escuchar sobre la alfombra eléctrica desplegada por las guitarras, el público mostró su entusiasmo con aplausos y sgarit. A pesar de haber atravesado la península para asistir al acto, la banda demostró su profesionalidad a lo largo de un repertorio que reclama siempre la justicia histórica, el derecho a la autodeterminación de un pueblo insumiso a un destino alienado, sin olvidar la necesidad de diversión. Así parecieron vivirlo los espectadores que presenciaron el espectáculo: algunos sentados, la mayoría de pie y bailando, todos gozaron de ese rock de raíces, la fusión de los ritmos africanos y el blues del desierto, la experimentación musical que apela a la acción y al pensamiento a través de los poemas de Ljadra Mint Mabruk.
Entre los numerosos instantes emocionantes del espectáculo, cabe destacar cuando tras dedicarle Ard el Salam, Aminetu Haidar subió a las tablas para abrazar a Aziza y regalarle el preciado mswak de su abuelo. Poco más tarde, con la interpretación de El Tanque, la juventud saharaui en primera línea no dejaba de saltar para mostrar sus manos al viento sujetando la bandera como símbolo de la resistencia y esperanza de su pueblo. Desde las sillas de últimas filas, algunas mujeres emitían su zgarit para subrayar las contundentes percusiones de la potente batería de Segis; los riffs de las soberanas guitarras de Gonzalo Ordás y Marcos Cachaldora o el magistral bajo eléctrico de Carlos Fernández. Para sellar la noche, después de más una hora y media de poderoso concierto, Aziza volvió a salir al escenario para interpretar el tema Wasiya Su voz arropada únicamente por el tabal, dejaba en las conciencias el sabor dulce y sereno de otra memorable jornada de diversión y lucha.
La multitud concentrada en la sevillana plaza de la Gavidia partió hacia el Guadalquivir sobre las siete y media de la tarde ondeando orgullosa las miles de banderas saharauis y desafiando los rigores del verano andaluz. Los asistentes reivindicaban la dignidad y el derecho a la independencia de un pueblo que resiste durante 35 años de ocupación ilegal. Así rezaba la pancarta situada a la cabeza. Detrás, las familias de acogida de los 2.300 niños que participan en el programa Vacaciones en paz, los niños, muchos saharauis en el exilio, ciudadanos solidarios, comprometidos con la causa, llegados de toda Andalucía y otros puntos de la península, para exigir a los estados implicados el respeto a la legalidad internacional y para mostrar su descontento con la situación actual. La marcha se demoró por las calles con sombra. Los manifestantes coreaban lemas como “Marruecos culpable, España responsable”, “Mohammed, capullo, el Sáhara no es tuyo”, “Polisario vencerá”, animados por el incansable megáfono de las Juventudes Saharauis. Las pancartas reclamaban libertad, expresaban resistencia, acusaban de genocidio a Marruecos y de complicidad a España. Un momento especialmente emocionante se vivió al paso de la comitiva por el pie de la catedral donde los mineros de Bolidén cumplían su decimoséptimo día en huelga de hambre, acampados en pequeñas tiendas. Salieron de sus iglús para mostrar su simpatía aplaudiendo a los manifestantes, que no tardaron en responder de la misma manera en un emotivo acto de apoyo mutuo.
El torrente humano llegó a las orillas del río sevillano donde se había preparado el escenario. En él se posó una de las pancartas más hermosas de la marcha. El lado derecho representaba la frontera oriental actual como una extensa alambrada que atravesaba el rostro dibujado de una saharaui triste. El otro lado mostraba los mensajes multilingües de ánimo de niños y adultos.
Tras los parlamentos de los representantes de la Federación Andaluza de Asociaciones Solidarias con el Sáhara (FANDAS), Moakara con Pililli Narbona al frente, abrieron la parte lúdica del acto. Desgranó su pop-rock aflamencado, dio rienda suelta a su alegre duende mágico desde Alcachofas a Los insectos pasando por Menea el bulerengue o Estoy mu harta. Pillili se revela en cada actuación como una artista apasionada que lo da todo en escena. Se encuentra muy a gusto en escena gracias a la calidad de los músicos que la acompañan entre los que destaca la guitarrista Mari Carmen Moreno. Al grito de “¡Viva el amor!”, lanzó varias copias de su primer álbum (no en balde sus discos se pueden descargar de manera gratuita en la web del grupo) Para rematar su actuación, invitó a Aziza Brahim para cantar un adelanto de su segundo disco, Saharaui libertario, momento que aprovechó una decena de chiquillas para subir a bailar al tablado.
El cambio de formación fue aprovechado por Pepe Narbona para deleitar al respetable con un par de sentidos cantes antiguos de Triana. La nota tradicional fue puesta a capella sin más acopañamiento que el silencio respetuoso de un público de todas las edades que ya empezaba a ser nocturno. Las estrellas habían comenzado a asomar y la Torre del Oro se vestía de focos y sombras para recibir de nuevo a Aziza, esta vez escoltada por su banda, Gulili Mankoo. Una representación en papel del muro de la vergüenza fue abolida por un pequeño grupo de niños saharauis. Cuando las vibraciones del tabal de Aziza Brahim y el djembé de Badra Abdallahe se dejaron escuchar sobre la alfombra eléctrica desplegada por las guitarras, el público mostró su entusiasmo con aplausos y sgarit. A pesar de haber atravesado la península para asistir al acto, la banda demostró su profesionalidad a lo largo de un repertorio que reclama siempre la justicia histórica, el derecho a la autodeterminación de un pueblo insumiso a un destino alienado, sin olvidar la necesidad de diversión. Así parecieron vivirlo los espectadores que presenciaron el espectáculo: algunos sentados, la mayoría de pie y bailando, todos gozaron de ese rock de raíces, la fusión de los ritmos africanos y el blues del desierto, la experimentación musical que apela a la acción y al pensamiento a través de los poemas de Ljadra Mint Mabruk.
Entre los numerosos instantes emocionantes del espectáculo, cabe destacar cuando tras dedicarle Ard el Salam, Aminetu Haidar subió a las tablas para abrazar a Aziza y regalarle el preciado mswak de su abuelo. Poco más tarde, con la interpretación de El Tanque, la juventud saharaui en primera línea no dejaba de saltar para mostrar sus manos al viento sujetando la bandera como símbolo de la resistencia y esperanza de su pueblo. Desde las sillas de últimas filas, algunas mujeres emitían su zgarit para subrayar las contundentes percusiones de la potente batería de Segis; los riffs de las soberanas guitarras de Gonzalo Ordás y Marcos Cachaldora o el magistral bajo eléctrico de Carlos Fernández. Para sellar la noche, después de más una hora y media de poderoso concierto, Aziza volvió a salir al escenario para interpretar el tema Wasiya Su voz arropada únicamente por el tabal, dejaba en las conciencias el sabor dulce y sereno de otra memorable jornada de diversión y lucha.
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