jueves, 14 de mayo de 2009

CRÓNICAS DESDE LOS CAMPAMENTOS: LECCIÓN DE MAESTRÍA

Una noche en el FISAHARA
Por Jose el Bidani

Después de jornadas agotadoras de trabajo, los cooperantes residentes en Rabuni deciden marcharse a Dajla al FISAHARA. Una oportunidad de desconectar de las cargas acumuladas de la rutina que imponen las duras condiciones del trabajo en el exilio saharaui. Pero para los saharauis de los campamentos supone algo más. El FISAHARA es una ventana al mundo que permite la difusión de la cultura de una parte a otra del mundo a través de un remolque de camión convertido en pantalla de cine.

Producciones internacionales de todo tipo se muestran en el Festival. Y también de producción nacional. Los saharauis, gracias al FISAHARA, están creando su propio patrimonio cinematográfico. Pero el festival es mucho más.

Los cooperantes venidos de Rabuni se adentran en una nueva Dajla, salpicada de nuevos tesoros. Puestos de artesanía, cafeterías ambulantes, Jaimas tradicionales llenas de mundos particulares, un campo de fútbol... Un enorme frig de celuloide que aparece y desaparece una vez al año en Dajla.

Paseos, búsquedas, reecuentros. Todo ello adornado con una atmósfera de romería a la saharui. El tiempo acompaña para disfrutar del atardecer y ver a los actores, que han venido al festival para apoyar con su presencia al pueblo saharaui, echando un partido de fútbol con jóvenes saharauis.

Sin darse uno cuenta, llega la noche y la luna, majestuosa, sale para iluminar con su luz las sombras que se mueven de un lado a otro. El estómago avisa de cuál es la siguiente parada. Algo de comer. Pizza saharaui. Los tiempos cambian. Hay que buscar un sitio para saciar el estómago.
Un poco más alla, un café con un pupitre como terraza. La gente se sienta en el pupitre, piden bebidas al regente del negocio, y comienzan a engullir el manjar.

Pero el camarero es algo más, como siempre pasa en los campamentos. Pregunta a los cooperantes, en este momento vulgares clientes consumiendo en su pupitre, si les puede leer algo que ha escrito. Quiere saber si merece la pena. Lo ha presentado a los organizadores del Festival, pero no sabe si al final, le dejarán un hueco para poder leerselo a todo el mundo. Y lee:

NO HAY CAMINO PARA LA PAZ. LA PAZ ES EL CAMINO

"Educar para la paz es educar para la solidaridad, el respeto, la convivencia, la justicia, la libertad y la cooperación. Lo que contribuirá a que todos adopten actitudes referidas a la aceptación de diferentes culturas, rechazando la intolerancia."

Hoy en esta tribuna queremos hacer un llamado a través de esta manifestación FISAHARA, por un Sahara libre e independente, donde muchos artistas y embajadores han llegado a apoyar la causa del pueblo saharaui y a su vez enseñarnos como podemos comunicarnos con el otro mundo, mediante estas vías de la comunicación. Somos saharauis, amantes de la paz y el bienestar del mundo. Vosotros sois los mensajeros de la paz y el bienestar del mundo. No optamos jamás por la guerra.Vosotros sois los mensajeros de la verdad, la justicia y la convicción de la solidaridad. Este es un rincón de la tierra donde vive de hace más de 30 años un pueblo desalojado de su propia tierra. Subsiste solo de las ayudas humanitarias.
Dedico estas palabras a todos los que no se olvidan de este rincón del planeta, y es que olvidar sería renunciar a lo que nos hace más humanos. Os agradezco por no dejaros perder en la espesura del laberinto de la memoria del pequeño mundo, de pequeños hombres que hablan en voz baja. Al contrario, habéis atravesado el desierto de vuestras dudas, para comprobar que el sol siempre tiene razón, que antes de salir ya habéis de guardar silencio. Para escuchar el latido de nuestra madre tierra. Gracias.

Las mandíbulas que masticaban la pizza se fueron parando, para no perder detalle de la declamación. ¿Quién era aquel nuevo escritor? Hamada Chej, profesor de Primaria en una escuela en Dajla. Le pidieron que volviera a leer la carta al FISAHARA. Le aplaudieron. El maestro, vergonzoso, bajaba la cabeza por el agasajo de los visitantes. Los amigos del maestro, que escuchaban, apoyaban el reconocimiento. Se intentó de nuevo que le permitieran leer su escrito a los organizadores. Pero un festival de cine es un festival de cine. Hasta en los campamentos. No hay mucho lugar para la improvisación. Sólo la que no se puede controlar.

Los alumnos de la nueva lección de maestría se quedan silenciosos, sentados en el pupitre, masticando los restos de pizza creada en una cooperativa, reflexionando en la penumbra sobre las palabras que atravesaron las esquinas de adobe. El tiempo pasa, y se acerca la hora del concierto. La gente se mueve. Los alumnos también.

El escenario está colocado dentro de una escuela, la escuela de Hamada. Él estudió en esta escuela cuando era niño, y ahora es maestro en ella. Se resiste a huir de este exilio a una diáspora desconocida. Ama a su pueblo y no quiere que su nueva generación crea que esto es para siempre. Agradece como muchos saharauis, que se hagan festivales y proyectos para resistir mejor en esta desolación. Pero que nunca se olvide que no están aquí por gusto.

2 comentarios:

Unknown dijo...

¡Qué belleza de texto!
No me gusta el copypasteo pero creo que este texto lo merece.
¿Tengo vuestro permiso? Citando la fuente, por supuesto y enlazando con este post.
Un abrazo.
Antònia

Juan Francisco dijo...

aziza, con tu permiso, te voy a copiar el manifiesto de Hamada Chej, para ponerlo en alunos de los blogs en los que participo, y tal vez en el proximo que quiero abrir sobre el Sahara.
En breve recibirás el libro, y espero que te guste.
Besos de mi familia. Juan Francisco

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